Hoy navegando por la web se me ocurre poner mi nombre en google, es así que encuentro cientos de paginas dedicadas a mi homónimo ecuatoriano, muy famoso por el mundial, un buen jugador de fútbol. Entonces me pongo a pensar en lo interesante de poder ser lo que no soy, como debe ser esa vida, el entrar a una cancha y encontrarse con miles de personas vitoreando o abucheando, esa suerte de gladiadores modernos que se debaten los sueños y aspiraciones de países enteros durante más de 90 minutos, los entrenamientos, las fiestas, los nervios, las lesiones, etc. etc.. Luego encuentro a otro homónimo un niño en USA que entrena taekwondo, no debe tener más de 8 o 9 años y pareciera que puede destrozar a cualquiera en dos o tres patadas.
Después me fijo en una página en memoria de algunos soldados caídos en Irak, es una página con dedicaciones y recuerdos, comienzo a leer lo que parecen cartas de amor para una mujer llamada Frances, combatiente Boricua de las tropas “aliadas”, el mensaje es firmado por el Sargento Christian J Benítez. De pronto mi corazón se detiene y algo se quiebra en mi, durante años he escrito canciones y poemas dedicados a la guerra y me doy cuenta que nunca me puse del “otro lado”, jamás me imaginé como un marine o un soldado Inglés o nadie del llamado “Imperio”, en este instante hay un Christian Benítez en Irak detrás de un fusil, comandando tropas, defendiendo sus ideales y llorando por un amor muerto también en esa guerra.
Que absurdas son las guerras, me dan rabia los egoísmos y ambiciones que mandan a combatir a gente inocente e idealista, bajo el engaño de un mundo democráticamente libre, libre siempre y cuando tengas el dinero para comprar y mantener esa libertad. Pero pienso en el Sargento Benítez, en el niño Benítez y sus patadas, en el futbolista Benítez y no puedo dejar de sentir un especial cariño por estos tres conocidos-desconocidos, será que ellos al igual que yo alguna vez se pondrán a buscar su nombre en Internet, será que ellos algún día también preguntarán por mi...